El propósito de esta serie fotográfica es mostrar que todas las mujeres tenemos un cuerpo y una cara que valen, independientemente de su belleza. Podemos existir, tenemos derecho a ser, incluso sin ser guapas, sin estar guapas. Nunca mostramos en nuestras redes sociales una sola foto que pueda contradecir nuestra buena imagen, ya que la sociedad nos valora en base a ella en todo momento.

Y qué mejor ocasión para restar importancia a la belleza que la única en la que no tenemos la presión de estar pendientes de nuestra apariencia, solo de nuestra comodidad: cuando estamos en casa a solas, desayunando, antes incluso de ducharnos.

Desmintiendo, de paso, esa imaginería tan extendida en publicidad y medios sobre cómo es la intimidad de las mujeres en el hogar: vestidas con su ropa interior más sexy e incómoda, apoyadas sutilmente en la ventana, espalda recta y culo en pompa, mientras miran extasiadas hacia el infinito.

Esta imagen estereotipada de las mujeres como objetos listos para ser consumidos es el producto de una representación sesgada e impuesta a través de la historia, que además nos ha silenciado como sujetos de creación artística, reservando este privilegio a los hombres. Como respuesta, surge este proyecto, en el que una mujer representa a otras mujeres desde su condición de mujer.

Este no es un trabajo más sobre ‘mujeres reales’, ya que no existen las mujeres irreales. Todas  somos reales, y tenemos el mismo valor. El concepto de ‘mujeres reales’  forma parte de un nuevo canon impuesto por las industrias de consumo, que busca encorsetarnos en el mito de la belleza y anular nuestra capacidad como sujetos políticos, debilitando, a base de su constante repetición, nuestra autoestima. Se trata de un lavado de cara del antiguo canon: ahora por ejemplo se nos ‘permite’ estar gordas, siempre que estemos proporcionadas y con un rostro dentro de los estándares estéticos tradicionales. Estas normas son otra vez dictadas por otros para nosotras con la única función de inducirnos al consumo y controlarnos socialmente. El canon ha cambiado, pero la idea central sigue siendo la misma: si no estás guapa, no eres nada.

Se han hecho muchos alegatos a favor de la belleza femenina. Ya es hora de restarle importancia al mito y situar en el centro de la discusión otros valores que nos permitan recuperar nuestra autonomía y autoestima, canalizando nuestras energías hacia la consecución de una sociedad más igualitaria. Este es un alegato a favor de nuestro derecho a no ser ni estar guapas. Porque nosotras, incluso en nuestro momento más feo, seguimos siendo nosotras, y también lo valemos.

 

Autoría:

Gema Gónzalez López es Licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo en la Universidad de Valencia. Comienza su polifacética trayectoria fotográfica con una beca de investigación en el departamento de Cirugía Bucal de la UV. El contacto con la fotografía macroscópica le lleva a interesarse por la profesión, dando lugar a una nueva etapa en la que trabaja como periodista en medios locales, tanto escritos como audiovisuales. Su siguiente período detrás de la cámara se desarrollará como autónoma en eventos sociales, hasta el momento actual, en el que forma parte, junto a otros 4 fotógrafos valencianos, del laboratorio de revelado analógico Malvarrosa Film Lab.

En los últimos años, tras una extensa documentación en temas de género, decide comenzar a realizar proyectos centrados en la representatividad de las mujeres, ya que considera que es muy necesario que sean las propias profesionales de la imagen las que se encarguen de definir la visión de lo femenino en los medios de comunicación y la esfera pública.